martes, octubre 31, 2006

Los inicios. 1ª parte.

La primera experiencia fue totalmente sensitiva. Fue en 7º de EGB. En un colegio de curas y sólo de chicos. Íbamos con uniforme. Nuestros pantalones eran sugerentes, por decirlo de alguna manera. No sabría decir de qué material estaban hechos, pero entre lycra y algodón. No sé. El caso es que se ajustaban muy bien a nuestros cuerpos y remarcaban aún mejor nuestras formas. Especialmente los traseros.
Un día, en nuestra clase, en un momento de descanso, estaba yo en uno de los estrechos pasillos que separaban las filas de mesas. De repente, pasó un chico por detrás mío y nuestros culos se rozaron... Nunca había sentido el placer de recibir las formas de un culo (prieto por los calzoncillos y los pantalones) contra el mío. Esas nalgas duras, fuertes, redondas rebotando contra las mías fue un instante en el tiempo que aún hoy recuerdo.
Aquel contacto, de lo más inocente, despertó en mi toda clase de sensaciones desconocidas hasta entonces.


Fue en ese mismo año, cuando con mi grupo del verano empezamos a descubrir más cosas...
La verdad es que sin proponérnoslo, empezamos a encontrar excusas de cualquier tipo para meternos mano. Ya fuera en el agua, por debajo del bañador, o en cualquier otro lugar más vestidos. Siempre con la excusa de la broma, del buen rollo, pero siempre también todos dispuestos a encontrar la manera de empezar a descubrir sensaciones nuevas y placenteras. Algunas de estas experiencias son olvidadas con el tiempo por muchos, disimuladas por otros, y en mi caso, guardadas en la retina de la memoria sensorial esperando volver a repetirlas quién sabe cuando…