miércoles, noviembre 01, 2006

Los inicios. 2ª parte.

Las experiencias sensitivas se fueron repitiendo en el colegio. La verdad es que me encantaba ir. Tenía una lista creada con los tíos que más me gustaban. Y, en casa, solía masturbarme pensando cómo les metía mano a esos ricos culos respingones, y cómo me los follaba. A menudo, en ese imaginario, me imaginaba en una cama con varios de ellos a la vez. Es un buen momento para admitir que era lo único de ellos que me interesaba, porque las pollas ni me gustaban ni me decían nada de nada. Tan sólo una vez me sorprendí imaginando cómo le cogía y chupaba el paquete a uno de los de mi lista cuyo cuerpo era francamente atlético y que siempre iba marcando un paquete francamente grueso. Mi imaginación y fantasías iban creciendo espectacularmente...
No sería hasta los 19 años que la cosa tomó otro rumbo. Iba por la Rambla de Canaletes cuando la visión de una portada de la revista Mensual me dejó paralizado. Lo recuerdo perfectamente. El corazón se me aceleró brutalmente mirándola. Era un tio desnudo de espaldas. Me costó más de media hora comprar la revista, esperando el momento adecuado que no hubiera nadie que puediera ver lo que iba a hacer. Me temblaron las manos cuando pagué. Aún no se había normalizado del modo en que lo está hoy en día, que parece que sea una moda, el ser gay. Insisto en que soy bisexual, pero a los ojos de los demás, comprar una revista gay, te hace parecer serlo. Pero pronto empezaron a ponerse de moda ciertas frases. "¿Entiendes?" "Salir del armario", etc. Y rápidamente también se puso de moda salir de él y empezar a descubrir la cantidad de personas no-heterosexuales que había. La compra de revistas se convirtió en algo frecuente. Para mi, era la única manera de ver a tíos en pelotas. Mejor dicho, de ver culazos masculinos. Sabía que iban a llegar más cosas...
Primero, el alquiler de películas en los primeros videoclubs de 24h. Gracias al anonimato de las tarjetas podías alquilarlas sin ser repasado por un/una dependiente/a. Pero pronto se acababa la lista de películas gay y/o bisexual, y el animal que uno lleva dentro quería más. ¡¡Mucho más!!Así que el siguiente paso fue acudir a videoclubs totalmente gays. En aquellos días tan sólo existían en Barcelona la Sestienda y Zeus. Sexshops con videoclub. Se me ponía dura sólo de pensar en que iba. La verdad es que era emocionante transgredir con lo establecido y meterse en estos sitios tan... ¿cómo lo diría? ¿Tétricos? ¿Decadentes? ¿Oscuros? Era morboso. Casi al mismo tiempo llegaba Internet. Es decir, se empezaba a normalizar. Primero en el trabajo, luego en casa. Y yo ya podía navegar -con mucho cuidado- buscando fotos de culos, de folladas, de todo tipo de cosas gays o bisexuales que me ponían supercachondo. Junto a esto, las películas que iba alquilando. Sabía que era cuestión de tiempo que mi cuerpo pidiera a gritos entrar en acción...